En DesTapadas salimos en su búsqueda con motivo del día de la felicidad

¡Qué tendrá la felicidad que la gente anda loca detrás de ella! Siendo la emoción más perseguida por el ser humano, algún secreto debe haber porque llevamos siglos corriendo tras ella. Amor, placer, dinero… ¿Qué aspecto tiene esta fugitiva? ¿Dónde se esconde? ¿Es más feliz el que más tiene o el que menos necesita? El 20 de marzo celebra su día y DesTapadas se cuela en la fiesta para ver con quién baila esta legendaria dama de la industria de la felicidad.

¿Qué aspecto tiene la felicidad máxima?

La podemos tener encima y no verla. Como cuando buscas las gafas de sol que llevas puestas. Ella es así. Sabe despistar y lo hace con tal maestría que lleva siglos dándonos coba en nuestra cara. Hasta la antigua Grecia, era una desconocida que aún mantenía su anonimato y su existencia pasaba desapercibida.

Conocedores o no de su dicha, Sócrates y Aristóteles se encargaron de ponerla en boca de todos. La felicidad como último fin de la existencia humana. ¡A por ella! Los Hedonistas, con Epicuro al frente, fueron listos y experimentaron con el placer para encontrarla. Frente a éstos, aguantaron estoicamente los que siguieron a Heráclito en la creencia de que para llegar a la ataraxia -o ausencia de turbación- debían abandonar las comodidades. Y luego estaba la banda de los Eclécticos, liderada por Cicerón, que hacía un batiburrillo de unos y otros tirando por el camino de en medio.

Pero la cosa se le puso dura en 1776, cuando en plena guerra contra Gran Bretaña para conseguir su independencia, el estado del buen pueblo de Virginia tiene la ocurrente idea de declarar por primera vez la felicidad como un derecho universal. Pasa a ser un objetivo, un target; y además lo dejan por escrito en una constitución que copian otros países como Francia durante la Revolución o incluso España, que en su Constitución de 1812 recogía entre los primeros artículos nuestro derecho a ser felices.  

Bután, el país más feliz del mundo

“La felicidad interior bruta es mucho más importante que el producto interior bruto”. El creador de esta máxima bien podría haber ganado el premio a la ‘creatividad para el impacto positivo’ en el festival Cannes Lion. Pero no era un eslogan, al menos, en principio, porque Bután es ahora conocido como el país de la felicidad.

Dieciocho años recién cumplidos tenía el cuarto Rey Dragón de este diminuto territorio, enclavado en la cordillera del Himalaya, cuando en 1974 accede al trono y hace de la Felicidad Interior Bruta la filosofía de todo su gobierno. Jigme Singye Wangchuck encuentra en ella una perfecta aliada para medir el bienestar de sus súbditos sin hablar de economía. La felicidad encuentra en la cultura y tradiciones budistas del país un lugar donde se reconoce. Desde entonces, Bután mide la Felicidad Nacional Bruta (FNB) de sus súbditos con parámetros que incluyen el uso del tiempo o el bienestar psicológico. Los butaneses tampoco usan bolsas de plástico, no talan árboles y tienen prohibida la caza, como parte del Programa Estatal de la Felicidad.

El tándem Felicidad-Rey Dragón no se quedó ahí. En 2012 convenció a la Asamblea General de la ONU de que había que señalar un día en el calendario para celebrar su cumpleaños. De Bután partió la idea de conmemorar el Día Internacional de la Felicidad cada 20 de marzo, con la llegada de la primavera en el hemisferio norte, y se programan cientos de eventos en su honor.

La industria de la felicidad

Existe una industria que cuenta con un arsenal de productos para ser felices y no morir en el intento. Los neurocientíficos sostienen que las emociones dominan la razón: primero sentimos y luego pensamos. El 85% de nuestras decisiones las tomamos automáticamente, sin reflexionar, así que la felicidad es una gran motivación para el consumo.

Colores brillantes, sonrisas blancas, una música agradable… son patrones que siguen  las marcas para crear el denominado “Halo de la Felicidad” (Happiness Halo). Se trata de ilusionar al consumidor con encontrar la felicidad. En esto son expertos los de Coca-Cola con eslóganes como “Destapa la felicidad’. Pepsi-Cola no se quedó atrás sugiriendo la felicidad en su logotipo con una sonrisa, igual que Matutano o Amazon.

La táctica empleada por Cliff Arnall para vender paquetes vacaciones después de las navidades fue de órdago. Tiró de pseudociencia con una fórmula matemática que resolvía que el tercer lunes de enero era el más triste del año, y las marcas se engancharon al ‘Blue Monday’. Aunque el propio profesor reconociera su falsedad, volvió al ruedo con otra ecuación sentenciando que el 20 de junio sería la jornada más feliz del año, el ‘Yellow Day’: O + (N xS) + Cpm / T + He (aire libre, naturaleza, socialización, recuerdos positivos de la infancia, temperatura media cálida, y vacaciones).

World Happiness Fest

La World Happiness Foundation (WHF) es una industria en sí misma de la felicidad. Academias, cursos, talleres, expediciones a Bután. Este año le toca a Zaragoza acoger la Semana Mundial de la Felicidad de esta fundación cuya pasada edición alcanzó a 10 millones de personas en 45 países. Por cierto, Philip Kotler, padre del marketing moderno y miembro de la junta de la WHF, organiza desde 2010 la Cumbre Mundial de Marketing (WMS). ¿Seguirá siendo efectiva la publicidad que evoca la felicidad o habrá que explorar nuevas emociones? Sea como sea, al menos siempre nos quedarán las palabras de Toni Segarra porque “sin publicidad, sin buena publicidad, el mundo sería tristísimo”.

¡Sed felices!

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