En Destapadas buscamos las raíces de una profesión cada vez más codiciada que ha venido mutando hasta el metaverso

Influencers ha habido de toda la vida. Mucho antes de la existencia de Internet y las redes sociales, personajes públicos aprovechaban su notoriedad, imagen personal, sentido del humor o credibilidad para influenciar a las masas y transmitir un mensaje. Aunque parezca asunto de la modernidad, ese acto de influir en los demás para mover su comportamiento es más antiguo que el hilo negro; pero lo que antaño era exclusivo de celebridades, ahora también es del vecino del quinto, de avatares y dibujitos en 3D. ¿Nos sigues? 

Buscando en el baúl del influencer

Si Cleopatra hubiera tenido cuenta en Instagram, sus baños diarios con leche y miel habría tenido más followers que todas las Kardashians juntas. Se la hubieran rifado como embajadora de marca. Como influencer, habría dejado en pañales a la mismísima Chiara Ferragni. De hecho, el magnetismo de la reina sigue vigente y su imagen sigue reproduciéndose incansablemente hasta nuestros días.

Como tal, en la primera década de 1800 ya existían celebridades que ponían su imagen al servicio de una marca, pero hubo un pionero que se adelantó al marketing de influencia logrando que la propia monarquía británica diera nombre a sus vajillas. Josiah Wedgwood consiguió que la reina Carlota -consorte del rey Jorge III- permitiese nombrar a una variedad de vidrio como la ‘Loza de la Reina’, bautizándose a sí mismo como el ‘Alfarero de su Majestad’. Sus ventas se dispararon. El ‘Wedgwood Blue’ (el color jaspe azul claro que creó el artesano) ha servido de inspiración en el diseño de vestuario de la familia Bridgerton, de la popular serie de Netflix.

En la década de los 40, actrices como Rita Hayworth prestaban su cara al jabón Lux. Y luego llegó Marilyn Monroe e hizo icónico el perfume de otro icono, Gabrielle Bonheur, y sus gotas de Chanel nº 5 para dormir… ¿What else?

Las caras de la influencia

Desde Facebook a TikTok, alimentan cada día a millones de seguidores hablando de moda, videojuegos, tecnología, política, drones, educación, religión, cocina, jardinería, mascotas o empanadas (y no las de Móstoles). Ibai Llanos, Ariana Grande, El Rubius, Kendall Jenner, Beyonce, Cristiano Ronaldo, Ellen Degeneres, Barack Obama o Arianna Huffington son algunos de los influencers con más followers en redes sociales. Capaces de viralizar cualquier contenido, mueven cifras astronómicas cada año.

Pero no son sólo caras conocidas, a priori, las que triunfan. En poco tiempo, personas anónimas comenzaron a ser protagonistas en el entorno digital con millones de seguidores y a las marcas nos les pasó desapercibido como escaparate.

Con más de 100 millones de seguidores en Youtube, Jimmy Donaldson @MrBeast se hizo famoso por enterrarse vivo durante 50 horas. El año pasado ganó unos 50 millones de dólares con la publicidad de sus vídeos. Charlie D’Amelio, es la tiktoker con mayores ganancias en la aplicación gracias a sus 130 millones de seguidores. Hablando de su vida sexual, Alexandra Cooper se ha embolsado en un año más de 20 millones de dólares con su podcast “Call Her Daddy”. Son tres de los influencers más importantes de 2022 a nivel planetario, según la revista Forbes.

Dulceida es la "Best Influencer" del año en España, junto a María Pombo, Jordi Koalitic, Melo Moreno, Jordi Alemany, Cristina Pedroche... y unos setenta y tantos más

Se estima la existencia de unos 50 millones de creadores de contenido en el mundo con legiones de followers. Andy Warhol lo sabía: en el futuro, todo el mundo tendrá sus 15 minutos de fama. La cuestión es mantenerla.

Hasta el metaverso y más allá

La Organización Mundial de la Salud (OMS) reclutó en 2020 a Knox Frost para difundir entre los jóvenes mensajes informativos sobre el coronavirus. Una tal @lilmiquela, modelo californiana de 19 años, ha sido nombrada por la revista ‘Time’ como una de las 25 personas más influyentes de Internet. Colabora con marcas como Prada o Calvin Klein. Hasta aquí todo normal, sino fuera porque ambos no son de carne y hueso, sino avatares virtuales con una impactante caterva de seguidores.

Embajadores de marca y creadores de tendencia se mudan también al metaverso. Los meta influencers están en expansión.

Paris Hilton, una de las primeras influencers de este siglo, también ha llegado de las primeras al ecosistema virtual con ‘Paris World’, su propio mundo “donde la fiesta jamás termina”. ¿Será el fin de los influencers de carne y hueso?

No parece. Las previsiones hablan de que empresas y marcas se gastarán varios miles de millones de euros en anuncios de celebridades influyentes en 2023, pero la batalla está también ahora en los micro influencers y nano influencers, en los que importa más la calidad, cercanía y fiabilidad que el número de seguidores.

No hay que poner todos los huevos en la misma canasta. Sin anglicismos de por medio, parece en definitiva que el influencer seguirá existiendo porque siempre ha estado ahí. Puede que sea uno de los oficios más antiguos que se conocen, aunque no se cobrase por ello.